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Manual de instrucciones para talentos dispersos: 8 hábitos para dejar de procrastinar y lograr cosas grandes

1. Sólo existe el momento presente y la tarea concreta que tienes entre manos. Después de esta tarea, vendrá la siguiente, luego la otra. No cedas espacio en tu cabeza a lo que vendrá esta tarde, mañana o el mes que viene: enfócate sólo en lo de ahora mismo.

2. Desactiva todas las notificaciones de tu smartphone: son sanguijuelas de la atención. Sus seducciones -FOMO, dáte un respiro, sólo es un momento…- prometen una satisfacción instantánea que confunde a nuestro cerebro y nos aleja de la satisfacción real y duradera que proporciona darlo todo en el trabajo. Un repaso a los mensajes a primera hora de la mañana y otro a primera hora de la tarde con plena atención a lo que se nos dice es más que suficiente. Créeme. Pruébalo.

3. Menos cálculo y más acción. Porque si planificamos demasiado, el cerebro nos traiciona: exagera la facilidad de algunas cosas y la dificultad de otras. Pero cuando dejamos de pensar y empezamos a actuar, todos esos pronósticos sobre las dificultades se desinflan. Además, ¿quién puede respirar con la soga al cuello de las tareas pendientes? Por eso, en lugar de hacer un castillo de naipes que te va a llenar de estrés, pinta una escena impresionista para tu día: habrá elementos bien definidos, pero abundarán los trazos de color sin perfilar.

4. Empieza el día por la tarea a la que tienes más miedo. Una vez resuelta, verás cómo crece esa voz bajita que llevas dentro y que te va a susurrar tú puedes. Si sientes vértigo al empezar algo nuevo o cuando cambias de tarea, si procrastinas para no afrontar la realidad, te regalo un truco: haz el gesto más insignificante que te impulse a dar el primer paso. Cerrar el navegador, marcar ese número de teléfono, ponerte las zapatillas de deporte… Cuando logras engañar al cuerpo con el primer compás, la melodía aparece.

5. ¿Y por dónde empiezo lo que me desborda? Empieza las tareas y los proyectos por cualquier sitio: coge un folio en blanco del cajón; abre una nueva presentación; escribe una frase en un post-it: lo que sea basta para darte el impulso que necesitas. Nuestro trabajo es como un tapiz que vamos tejiendo poco a poco, con muchos intentos. Si miras ese tapiz por detrás se ve que no todas las puntadas fueron perfectas, que hubo que deshacer y rehacer nudos, pero nunca se dejó de tejer hasta encontrar la forma. Todos los creadores a los que admiras tienen la papelera llena de intentos fallidos. Nadie puede ser genio las 24 horas al día.

6. Podemos hacer cosas muy grandes poco a poco, tarea a tarea. Basta la mecha inicial, y dejar que nuestro subconsciente vaya haciendo su trabajo sin los cortocircuitos del ego (tensión, miedo, perfeccionismo, hiperexigencia, impaciencia, sentido del ridículo…). Dice Woody Allen que el 80 por ciento del éxito está en presentarse en el trabajo. Tiene razón.

7. Lo bueno tarda en madurar. La semilla de la calidad es la confianza en tus capacidades, y va creciendo al hacer “check” en lo concreto y pequeño, en lo que quedó ya resuelto. Así es como agarran bien las raíces del impulso que necesitas para acometer lo más grande. Eso sí, al dar el siguiente paso sentirás las inseguridades de siempre. No pasa nada, sigue. Esa inseguridad es síntoma de crecimiento.

8. Hay veces en que un problema o un reto creativo se resuelven con celeridad. Pero lo habitual es que las buenas ideas, más que un gran sprint de esfuerzo, necesiten momentos cortos frecuentes. La constancia es la magia que hace posible lo imposible.

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