Hay un Internet que llena la pantalla de notificaciones urgentes para atraer nuestra atención. Ese Internet nos impide concentrarnos en nuestros sueños, perdernos en nuestra imaginación, aburrirnos o quedarnos sin saber qué decir en una conversación.
Hay un Internet que excita nuestras pulsiones emocionales y sensoriales para hacer de nosotros perros de Pavlov incapaces de escapar a la gratificación instantánea del Gimme more… NOW!.
Hay un Internet habitado por seres malignos dispuestos a seducir a víctimas que piensan que todo el mundo es bueno. Ese Internet, como dice Charo Sádaba, no es un parque infantil: es la selva.
Esos distintos Internets son materia prima para titulares en los medios de comunicación en 2019. ¿Por qué nos interesan tanto?
Porque nos asustan.
Nos asustan porque los llevamos en el bolsillo.
Nos asustan porque sufrimos en todo o en parte sus efectos nocivos.
Nos asustan porque nos encanta atribuir todo lo malo a lo último.
Nos asustan, sobre todo, cuando esos Internets pueden hacer daño a nuestros hijos.
¿Cómo les protegemos?
Justo cuando nacía Internet, un matrimonio de Nueva York se hizo esa misma pregunta y llegó a una conclusión: la única forma de proteger a los hijos de los peligros de la calle y de las relaciones personales fue recluirles en casa.
Los Angulo viven en la parte baja de Manhattan y tienen 7 hijos. Hasta que el mayor cumplió 18 años, no les permitieron salir a la calle. Nunca.
- Les preocupaba la delincuencia de las calles.
- Les preocupaba el contacto con adultos malintencionados.
- Les preocupaba las malas influencias.
- Les preocupaba la polución de Manhattan.
- Les preocupaba la calidad de los alimentos en los restaurantes.
¿Cómo piensas que salió ese experimento? Bastante mal, tal y como cuenta el documental The Wolfpack. Sus hijos han coleccionado tantos miedos y fobias que a día de hoy, cuando ya llevan casi una década en la calle, son escasamente funcionales.
Educación en Internet: lo importante es la actitud
Los riesgos que implica una realidad -en el caso que nos ocupa, la tecnología- pueden conducir a muchos padres y madres a una predisposición negativa, que no deje espacio al descubrimiento de lo bueno.
Todos dicen que la cultura digital tiene cosas buenas y es inevitable. Pero los miedos y el afán de control generan en la mente de muchos padres un prejuicio que, amplificado por la cultura mediática actual, puede terminar socavando la proyección futura de sus hijos.
Hay un Internet educativo, estimulante, que expone a tus hijos a unas posibilidades insospechadas para quienes pertenecemos a generaciones anteriores.
Ese es el Internet grande, que une, que enseña, que te vincula con gente interesante, que te saca de la zona de confort, que genera puestos de trabajo para el futuro, que descubre talentos….
Por eso, desde hace algo más de un año, decidí aceptar la propuesta de la plataforma Empantallados para formar parte de su comité asesor. Me encantó su visión positiva de la presencia de las pantallas en el hogar. Me ilusionó poder aportar ideas para conseguir que esta generación de papás y mamás tenga las ayudas que necesita para formar a la siguiente, un reto sin precedentes.
Invito a todos los papás y mamás que leen Inspirinas a conocer Empantallados y suscribirse. Acabamos de lanzar el primer estudio a fondo sobre el impacto de las pantallas en la vida familiar.
Y a quienes deseen descubrir cómo hacer posible disfrutar el Internet bueno y evitar el otro, les invito a ver el siguiente vídeo:
Gustavo Entrala es experto en Tendencias, Innovación y Branding.
Asesora a CEOs y consejos de administración en su estrategia digital y hace workshops sobre tendencias e innovación in-company.
Está en Twitter, en LinkedIn y, cómo no, en Instagram.