Querido CEO:
Me pediste que te ayudara en aspectos de tu forma de dirigir que son mejorables. Que te dijera cosas que nadie más se atrevería a decirte. Te preocupa no tratar bien a la gente; tomar decisiones duras que afectan al pan de las personas que dependen de ti. Quieres ser bueno con la gente. Me hablaste de tus golpes de temperamento, que te llevan a tener reacciones desproporcionadas cuando percibes la mediocridad en los demás.
¡Ay, los demás! Esos que nunca saben estar a tu altura, que requieren tu microgestión en los detalles más nimios, que no interiorizan los objetivos de la compañía que tú llevas tatuados en tu alma las 24 horas al día.
-¡No aportan nada! Me dices.
-¡Todo al final depende de mis ideas y del seguimiento que hago! Porque si yo no estoy encima, las ideas se terminan deteriorando durante la ejecución, y el resultado es mediocre.
–Ya no hay profesionales como los de nuestra generación, apostillas. Los millenials no tiene compromiso. ¡Fíjate cómo se les cae el boli a las 6 de la tarde!.
¿Quieres sabes lo que pienso, querido CEO, querida CEO?
Pienso que tu imagen mental de lo que supone ser bueno con la gente no está completa. Sigues teniendo una visión paternalista de la dirección, más propia del siglo XX. Y está bien, no digo que no haya que tener detalles con los colaboradores y lograr que se sientan más a gusto.
Pero el problema de la gente contigo no es ese. Si se sienten fuera de onda y no lo dan todo no es porque no tengan capacidad. Es porque perciben tu inseguridad. En cada hora, en cada minuto y en cada segundo de la jornada:
- Una inseguridad que te lleva a estar tenso en las reuniones ocupando todo el tiempo y todo el espacio.
- Una inseguridad que demanda que la gente te sonría y finja admiración por tus planteamientos. Cuando alguien dice algo que tú no esperas -una pequeña crítica- mueves una ceja y la gente a tu alrededor tiembla.
- Una inseguridad que ralentiza de modo absurdo los lanzamientos y el avance de los proyectos porque necesitas revisarlo todo para que esté a tu gusto. En tu mente, el concepto agile no existe.
Mira, querido CEO: lo que te pasa a ti es que te aterra hacer a tus subordinados una pregunta:
¿Qué pensáis?
Fíjate qué simple es.
Cuando te habitúes a hacerla, verás cómo descubres la riqueza que tiene la gente que trabaja contigo:
- Te van a responder como lo haría un consumidor real del producto.
- Te van a ayudar a mejorar tus ideas.
- Vas a generar confianza y les vas a meter más dentro del proyecto.
- Les vas a poder aportar tu inmensa experiencia cuando digan cosas que ya se han probado, o que no tienen en cuenta la visión global que tiene un CEO. Y así les enseñarás a pensar mejor.
Y en ese clima de confianza que vas a generar con la pregunta que tanto miedo te va a hacer, la gente se va a sentir más importante, más querida y más implicada.
Y luego decides tú.
Un abrazo,
G.
Gustavo Entrala es experto en Tendencias, Innovación y Branding.
Asesora a CEOs y consejos de administración en su estrategia digital y hace workshops sobre tendencias e innovación in-company.
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