Es 21 de agosto de 1935.
La banda de Benny Goodman ha viajado de costa a costa para probar fortuna en California.
Para ahorrar, los miembros de la banda han hecho el viaje de 5.000 kilómetros en sus propios autocares. Después de varios cambios de neumáticos y seis noches en garitos de mala muerte, llegan al Palomar Ballroom de Los Ángeles.
Ellos no lo saben, pero a las 12 de la noche de ese día van a cambiar la industria de la música para siempre.
Goodman es un clarinetista de origen judío que ha conseguido reunir a un nutrido grupo de músicos blancos con talento a los que apenas logra pagar. Consigue mitigar el efecto de las bajas que se van produciendo con promesas de un éxito que nunca termina de llegar.
Los Ángeles es su última oportunidad. Su banda ha hecho el viaje porque la NBC, la emisora más popular del momento, les ha seleccionado para entrar en directo durante una semana desde Los Ángeles. Su música sonará en los aparatos de radio de toda América.
Los valses que el público esperaba
Comienza el show ante una audiencia considerablemente más joven con respecto a la que suele escucharles en la Costa Este. Goodman y compañía atacan la primera parte de su repertorio, compuesto por valses. Es el estilo que ha llenado los salones de baile del país durante la última década.
Cuando está a punto de llegar el primer descanso, Goodman se asusta. Lleva unos minutos viendo caras de aburrimiento entre las parejas que han acudido al Pallomar. Algunas abandonan la sala mucho antes de que termine el espectáculo.
Durante el parón, Goodman habla con su hombre de confianza, un baterista llamado Gene Kupra.
-Se están yendo. ¿Qué hacemos? pregunta Benny Goodman.
– Tiene mala pinta. Pero Benny, si vamos a morir hoy, vamos a hacerlo con estilo. ¿Por que no arriesgamos y probamos los arreglos que nos hizo Fletcher Henderon, el negro quel de Harlem? A la banda le divertirá despedirse a lo grande.
-Hagámoslo, apostilla Goodman. Habla con los chicos.
Un estilo que nadie podía pedir porque no existía
Cuando volvieron del descanso pasaban ya las 12 de la noche en la costa Este.
Pero una América adormecida con los valses experimentó un sobresalto. Comenzaron a escuchar un sonido nuevo. Los gritos de júbilo que emitía el público del Pallomar Ballroom sonaban como rugidos en la emisión en directo.
Benny Goodman y su banda comenzaron a tocar sus temas clásicos con un ritmo impetuoso. El protagonismo lo tenían ahora la percusión y la sección de metales. La población blanca y urbana nunca había escuchado música a tanta velocidad (los negros sí, y desde mucho antes, pero esa es otra historia).
Esa noche nació el Swing, un estilo que dominaría la música en todo el mundo durante la siguiente década.
Y así fue cómo una banda a punto de separarse afrontó con valentía su propio fracaso y dio paso a la primera era dorada de la venta de discos.
Es el éxito: esa cosa que -con suerte- te escoge mientras intentas algo nuevo.
Gustavo Entrala es Socio Director de la agencia de Publicidad 101.
Está en Twitter y en LinkedIn y tiene un blog de música.