ADVERTENCIA: Si ya estás saturado de anécdotas sobre Steve Jobs, es probable que hayas llegado aquí por error. Pero si es así, me pregunto: ¿por qué haces click en un enlace sobre Steve Jobs? 😉
Una de las frustraciones más extendidas en el mundo corporativo actual es la pérdida de tiempo que supone asistir a presentaciones estratégicas en las que hay que pasarse horas revisando larguísimos powerpoints. El esquema suele ser el siguiente:
- Indice del powerpoint
- Una diapo para anunciar cada capítulo
- Una introducción sobre lo que se va a comentar en cada capítulo
- Gráficos sobre el mercado, gráficos DAFO, opciones estratégicas, análisis del ROI, etc, etc, etc.
- Al final, el equipo presenta una serie de conclusiones que, en lo básico, reiteran todo lo que se ha dicho y, más que resolver, abren nuevas dudas al que tiene que decidir.
Terminada la presentación, el jefe o la jefa comienza a divagar haciendo preguntas, poniendo pegas, pidiendo que se rehagan algunos slides… y corona su genial intervención con un «¿me podéis enviar el powerpoint para que lo revise en el siguiente comité? Ya os diré algo».
¿Te resulta familiar la escena? Ocurre todos los días en una buen número de compañías.
Y pasan los días, pasan los meses, y las cosas importantes se retrasan porque los jefes son incapaces de ir al grano y tomar decisiones. Con lo cual, un servidor o una servidora termina sintiéndose un perfecto inútil. Eso sí, experto en hacer listas de bullets de Powerpoint.
¿Por qué ocurre esto?
- Porque decidir es arriesgado
- Porque los jefes no tienen las ideas claras sobre lo que quieren
- Porque en todas las reuniones hay un abogado del diablo que no deja avanzar a nadie y siembra la duda
- Porque estamos confundiendo la seguridad profesional individual con la elaboración de presentaciones. Y si esas presentaciones no sirven para aportar conclusiones claras, son tiempo perdido
- Por la facilidad que tenemos las personas y las organizaciones de marear la perdiz y perder el enfoque. Por eso tantas buenas ideas terminan perdiendo su pureza originaria: a base de enmiendas, correcciones y otros mecanismos de seguridad psicológica para los jefes, el proyecto acaba siendo un chasco.
Me gustaría que este post sirviera para inspirar al mayor número posible de directivos. ¿En qué sentido? En el de ejercitarse en el hábito de ir al grano, a lo que de verdad importa. No creo que haya un consejo más transformador en la tarea directiva que este: define lo que quieres y enfoca a tu equipo. Y qué mejor ilustración que una anécdota de Steve Jobs.
La cuenta Stefan Olander, responsable de Digital en Nike. La historia está incluida en el libro que ha escrito junto a Ajaz Ahmed, fundador de la agencia AKQA.
Recuerdo de manera especial una reunión clave con ejecutivos de Nike y Apple. En esa reunión descubrí en primera persona la clase de genio que era Steve Jobs. Los equipos de ambas compañías habían trabajado durante meses en la preparación de una propuesta sobre el proceso de lanzamiento de Nike+ al mercado. Teníamos una extensa presentación preparada para que Steve revisara nuestro thinking paso a paso.
Estábamos ya sentados en una de las salas de reuniones de Apple en su sede californiana de Cupertino, preparados para empezar a comentar la primera de las 164 slides de que constaba la presentación. Jobs tenía los pies sobre la mesa, y se movía de atrás alante en su silla. Antes de que empezásemos, dijo:
-Un momento. Antes de entrar en detalles… ¿Tenemos un producto?
Se hizo un silencio total. Y Steve siguió hablando:
-¿Cuál es la precisión del sensor de la zapatilla y a qué precio vamos a venderlo?
Los ingenieros contestaron que los algoritmos estaban siendo afinados y que no podíamos decir exactamente el grado de precisión que tendría el sensor. Pero si los corredores hacían un ajuste manual, podíamos conseguir que Nike+ fuese mucho más fiable.
Por otro lado, no habíamos decidido el precio, y comenzamos a discutir en la reunión sobre el margen de beneficio que tendría el producto. Jobs nos cortó en seco, y volvió a la carga:
-Si no es un 90 por ciento exacto en las mediciones para un 90 por ciento de los usuarios, yo creo que no tenemos un producto. Y no debería costar más de 29 dólares. Apple hace iPods; Nike hace zapatillas. El producto debe aportar una experiencia sin fisuras que combine el poder de las dos marcas. ¿Podéis conseguirlo? Porque si no sóis capaces, deberíamos suspender el proyecto.
Nuestros equipos lo lograron, y juntos creamos una experiencia revolucionaria que cambiaría el jogging para siempre, y que ha servido de modelo para todas las aplicaciones deportivas que han salido desde entonces.
La clave del éxito consistió en entender de forma cristalina cómo hay que llegar hasta el final para aportar un valor real, tangible, a los consumidores. Ese es, en mi opinión, el verdadero genio de Steve Jobs.
Gustavo Entrala es experto en Tendencias, Innovación y Branding.
Es conferenciante y hace workshops sobre tendencias in-company.
Está en Twitter y en LinkedIn y dirige un podcast sobre música y tendencias.
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